
«Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir al cielo!»
Quizás no reconozcáis esas palabras a simple vista. Pertenecen a una de las obras más aclamadas de Charles Dickens, concretamente a David Copperfield, considerada la más autobiográfica del autor.
El título del post despista, lo sé, pero me parece interesante abrir de este modo una de las anécdotas más curiosas de este genio literario. Y es que Charles Dickens necesitaba ruido para concentrarse. Puede que podamos hilarlo a una parte de su infancia muy conocida por todos, pero antes os dejare las palabras textuales que su cuñado usó para describir este curioso dato sobre la concentración en el «caos».
“Una tarde en Doughty Street, la señora Dickens, mi esposa y yo estábamos charlando de lo divino y lo humano al amor de la lumbre, cuando de repente apareció Dickens. “¿Cómo, vosotros aquí?”, exclamó. “Estupendo, ahora mismo me traigo el trabajo”. Poco después reapareció con el manuscrito de Oliver Twist; luego sin dejar de hablar se sentó a una mesita, nos rogó que siguiéramos con nuestra charla y reanudó la escritura, muy deprisa. De vez en cuando intervenía él también en nuestras bromas, pero sin dejar de mover la pluma. Luego volvía a sus papeles, con la lengua apretada entre los labios y las cejas trepidantes, atrapado en medio de los personajes que estaba describiendo…”
Es extraño porque muchas personas asocian el silencio a la tranquilidad. Una calma necesaria para los autores…..¿Cuántas veces habéis oído hablar de los retiros de escritura? Yo muchas, incluso son mencionadas en las series de ficción. Lugares donde estás solo con tu obra inacabada. Nada de distracciones. Pero está claro que para ser un buen escritor no tienes que seguir lo establecido. Cada uno encuentra su fuente de motivación en lugares y momentos diferentes. Yo tengo la teoría de que Dickens odiaba la soledad. El sacaba lo mejor de su arte en el reflejo que le llegaba de las personas que le rodeaban. Por algo sus obras destacaron por la critica social que había en ellas.
Charles Dickens trabajó en una fábrica de betún para calzado a los 12 años. Allí permaneció una larga temporada ganando 6 chelines semanales. Diez horas de trabajo para ayudar a su familia, la cual vivía en la celda de su padre, encarcelado por no pagar deudas. Su madre le obligó a permanecer trabajando incluso cuando ya no les hacía falta. De ahí el fragmento con el que inicié el post. El maltrato que sufrió en aquella fábrica le marcó para siempre, y a pesar de ser escritor autodidacta (hecho que criticaron varios de sus contemporáneos) supo exprimir ese lado nauseabundo y cómico de la gente, plasmándolo en sus obras.
Por mucho que Virginia Woolf u Oscar Wilde tacharan sus obras de «infantiles» y «poco psicológicas», consiguió crear un adjetivo con su apellido para describir algo único, crítico e incluso divertido. El término dickensiano se usa para hacer referencias a esas críticas sociales que tanto preocupaban al autor. Oliver Twist, David Copperfield, Historia de dos ciudades, Grandes Esperanzas.…todas grandes obras que fueron concebidas en el caos de una buena conversación.
Quizás me he ido por las ramas. En resumen, buscad la inspiración en todas partes.