
¿Cómo os imagináis vosotros después de un apocalipsis? ¿Cómo se vería el mundo? En estos últimos dos meses hemos tenido tiempo de sobra para sentarnos en el sofá y ver cualquier plataforma de vídeo bajo demanda, en mi caso las elegidas han sido Amazon Prime Video y, como podréis deducir, Disney+. (No intento hacer publicidad os lo prometo)
Creo que en la situación que nos atañe, tener tiempo puede ser un arma de doble filo, ya que nos permite ser productivos o descansar, pero al mismo tiempo nos deja solos con nuestros pensamientos. Y fue en una de esas crisis existenciales cuando decidí volver a ver una de mis obras favoritas de Disney, Wall-e. Realmente podríamos hacer una análisis audiovisual de esta película; explicar la importancia de la bso compuesta por Thomas Newman como recurso catártico; hablar de las tres partes divisorias que contiene a nivel narrativo (según mi punto de vista) o cómo el director resume todo el «fin de la humanidad» con simples imágenes en segundo plano, dejando como protagonista a un robot de limpieza que es pura luz y felicidad. Pero lo que a mí me apasiona de esta cinta es la vuelta de tuerca que le da a ciertos problemas filosóficos que con los años se han convertido en clichés cinematográficos.
Empiezo con la relación entre humano y máquina tan común en el ciberpunk. Cuando veo Wall-e no puedo evitar compararla un poco con Blade Runner ¿Por qué? Pues en la Película de Riley Scott se nos presenta la posibilidad de crear máquinas (replicantes) tan parecidos a nosotros que al final no somos capaces de distinguirlos, con el riesgo de sufrir una «revolución de las máquinas». Es por eso que se les busca para ponerle fin. La forma de detectarlos es hacerles una serie de preguntas que sólo un humano podría contestar, es a través de esa «frialdad», esa «falta de alma» lo que los distingue de las personas. Piensa ahora en Wall-e. ¿Quién tiene más alma en la película? Son los robots, que ni siquiera tienen forma humana, los que demuestran tener corazón. Wall-e se convierte en el héroe de la humanidad por enamorarse de una robot de búsqueda y combate llamada Eva. Un nombre muy bien buscado para hacer alusión a la primera mujer en la tierra según la biblia. En cambio los humanos se han acostumbrado a estar enganchados a las pantallas (muy a lo Black Mirror). Tanto es así que han olvidado lo que es «vivir».
Lo que nos lleva al otro punto interesante de la obra. ¿Hasta qué punto la modernización de la sociedad puede beneficiarnos? Con esto me refiero al dilema planteado por Andrew Staton en este film. Después de que el ser humano haya contaminado tanto la tierra, hasta el punto de no ser habitable, se van al espacio donde permanecen 700 años disfrutando de unas vacaciones eternas. Con el tiempo, al no tener que moverse gracias a las comodidades de las nuevas tecnologías, todos acaban obesos y sin saber siquiera andar ¿Para qué? Si no hace falta moverse. Es claramente una futura visión de lo que sería nuestra evolución, o al menos una posible teoría. Al final siempre prevalece el lado humano, la necesidad de ensuciarse las manos y trabajar unidos cara a cara para volver a disfrutar de un planeta que no supimos valorar.
Yo creo que la tecnología es un punto de apoyo, una herramienta que nos ayuda pero de la que no podemos depender al 100%. Wall-e no solo es un canto al amor y al cuidado de la naturaleza, es un recordatorio sobre la importancia de saber adaptarse a lo nuevo sin perderse a uno mismo por el camino.